EL Marcio Veloz Magiolo que yo conocí.

EL   Marcio Veloz Magiolo que yo conocí.


Por: Dagoberto Tejeda Ortiz

El 13 de agosto de 1936, abrió los ojos a la vida, Marcio veloz Maggiolo, en el popular barrio de Villa Francisca, en la ciudad de Santo Domingo, en los momentos en que presentaba en una esquina la Comparsa de los Indios de San Carlos su obra de teatro callejero  y se llenaban las calles de diablos “cajuelos”, la Muerte, Se Me Muere Rebeca y de Robalagallina.


Después de concluir el bachillerato se graduó de Licenciado en Filosofía y Letras en la UASD en el 1962.  En la Universidad de Madrid, concluyó un Doctorado en Historia de América y estudios de antropología y de arqueología.  Pero Marcio era más que eso.  Se destacó como narrador, escritor, ensayista, poeta, novelista, investigador, docente, crítico literario, diplomático y antropólogo.  Fue el más completo intelectual de todos los tiempos en el país, obteniendo reconocimientos y premios a nivel nacional e internacional.


Fue subsecretario de Cultura, Director de Investigaciones del Museo del Hombre Dominicano, Director del Departamento de Antropología e Historia de la UASD, Director del Departamento de Extensión Cultural de la UASD, Director del Museo de las Casas Reales y Embajador en México, Italia y Perú.  


Sus investigaciones científicas, como Arqueología Prehistórica de Santo Domingo y La Isla Antes de Colón, se convirtieron en guías, lectura obligatoria, imprescindible aún para los especialistas en antropología y sociología.  Obtuvo el Premio Nacional de Poesía, de novela, de cuentos y el Premio Nacional de Literatura, así como el Premio de la Feria del Libro.  Algunas de sus obras, han sido traducidas al Inglés, francés, italiano y alemán y le otorgaron el Premio  Internacional José María Arguedas, el Premio de la Casa del Caribe, de Cuba y fue precandidato a la nominación al Premio Novel de Literatura, que sin dudas se lo merecía.


Este ser humano, que recibió tantos reconocimientos, que llegó a la cúspide de la fama, en la intimidad, tenía la virtud de la humildad.  Era un ser humano sencillo, auténtico, era un chef de gustos exquisitos, amante de las mejores comidas, gustador de pescado en todas sus formas, comedor de postres y de frutas.


En la página 231 de la Revista Dominicana de Arqueología y Antropología de la Facultad de Humanidades de la UASD de Enero-Junio de 1971, Dagoberto Tejeda Ortiz, escribió  sobre Algunas Notas sobre Bibiana de la Rosa, una curandera legendaria en las lomas entre Baní y San Cristóbal, que le llamó la atención a Marcio, editor de la revista.  Nos encontramos y ahí comenzó nuestra amistad.


Meses después, Marcio me invitó a una de las festividades del Santo Cristo de Bayaguana.  Fue con nosotros y allí conocí a Carlos Esteban Deive, el investigador que más ha aportado a la presencia de África y de la esclavitud en el país.  Para mí, fue inolvidable, una revelación porque desconocía estas celebraciones y desde entonces nunca he dejado de participar, de cuyas vivencias tengo un libro inédito y un reconocimiento por el Ayuntamiento (Alcaldía) de Bayaguana.


Si alguien se ha identificado con el barrio donde nació y se crio, con amor y orgullo del mismo, ese era Marcio con Villa Francisca, popular barrio de la zona Norte de la ciudad de Santo Domingo.  Los ojos de Marcio brillaban con intensidad y en la cabeza aparecía una aureola, cuando describía como seguía la ruta de la Comparsa de los Indios de San Carlos, al recorrer las calles de Villa Francisca y de San Carlos, escenificando la obra callejera de teatro Los Indios de Quisqueya.   


Yo quedé fascinado con esta comparsa y su obra de teatro popular, elaborado por ellos mismos, describiendo el encuentro entre españoles e indígenas, pero narrada desde la perspectiva de estos últimos.  Mi libro más reciente  “Indigenismo, Carnaval e Identidad”, que aún no se ha puesto a circular, es sobre esta comparsa, este drama y la participación de “indios” en el carnaval a nivel nacional.  Este libro fue inspirado por las descripciones apasionadas de Marcio y las enseñanzas del folclorista Iván Domínguez.


Pocos días antes de la pandemia, el sociólogo Rolando Pérez Uribe, Walter Cordero y yo, acompañamos a Marcio a la playa de Palenque a comer pescado.  Antes de llegar, encontramos un puesto popular a la orilla de la carretera, donde había cholas de guayiga, comida indígena, de la cual Marcio escribió un importante ensayo sobre la misma.  Nos sentamos en piedras y troncos, que eran las sillas del puesto de venta, y degustamos hasta que dijimos ya.  Allí, Marcio nos dio una cátedra sobre esta expresión gastronómica precolombina. 


Marcio y yo teníamos el proyecto de escribir un libro sobre la presencia indígena en la religiosidad popular dominicana y como muchas de sus deidades correspondían a personajes de los diversos grupos étnicos de los habitantes originales de la isla, sobre todo en la División India, hicimos bocetos pero no concretizamos el libro.


Marcio Veloz Maggiolo, el intelectual más completo por la diversidad de géneros que incursionó exitosamente, investigador acucioso, rigoroso, con aportes  trascendentes a nivel literario (cuentos, novelas, poesías) y a nivel de las ciencias sociales, tenía dos virtudes que eran su grandeza:  su humildad y su vocación para la enseñanza. Era un maestro apasionado, dentro y fuera de las aulas.  


Por estas razones, proponemos que lleve el nombre de Marcio Veloz Maggiolo la Escuela de Antropología de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD)


Marcio no fue afectado por la fama, nunca fue mareado por el Poder, no se acomodó al sistema, fue un crítico permanente y sobre todo, fue coherente con sus principios.  Todos los que estamos insertados en el quehacer de las ciencias sociales, en la temática de la cultura y de la identidad, estamos en deuda con él, como está la sociedad dominicana.  ¡Marcio, antes que nada, fue un maestro!







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