Todo el que aspira a ser cristiano tiene el deber de actuar conforme a dichos principios. El que se siente comprometido con esa forma de pensamiento, debe adoptarlo como una forma de vida.

Más sentido humano en esta llamada civilización moderna

Teófilo José Abrahán León Tabar Manzur es el nuevo administrado de la Lotería.

Todo el que aspira a ser cristiano tiene el deber de actuar conforme a dichos principios. El que se siente comprometido con esa forma de pensamiento, debe adoptarlo como una forma de vida. No descuidando ninguna oportunidad al momento de actuar, de ofrecer orientación o de brindar servicio a la sociedad.

Hacerlo tanto con la prédica como con el ejemplo. Especialmente ahora cuando cada vez más se desvirtúan los conceptos y se confunden los medios con los fines.

Tratar de actuar de forma que cualquier servicio a la comunidad o donde se desempeñe cada quien, se manifieste como servicio al bien común. Como un signo y una manifestación particularmente eficaz del amor al prójimo.

Porque la acción o participación de cualquier índole, las cotidianas, comerciales, industriales, en la calle, centros de trabajo, las que tienen que ver con el Estado y la política, también revisten un valor especial. Porque quienes confían en la promesa de Jesús, deben comprometerse aquí en la tierra a merecerlo.

Su vocación y su acción no pueden ser por pura complacencia estética ocasional en la contemplación divina de su orden admirable, sino una llamada obligatoria a una acción constante, austera y dirigida en todos los sentidos hacia todos los aspectos de la vida.

Precisamente por eso, los que de alguna manera ocupamos u ocupan responsabilidades en diferentes áreas, públicas o privadas, no deben desatender un deber o lo que podría ser considerado como una llamada de Dios. No negarse a asumir el papel que la providencia en un momento determinado y por diferentes vías le confía o le señala el camino

Un gran pensador del siglo pasado dijo: “Peor aún que el aislamiento y la abstención, cuando esta es efecto de una indiferencia indolente y pasiva; mucho peor que el mal humor, el despecho y el abatimiento, sería la despreocupación ante la ruina en la que estarían a punto de caer sus propios hermanos y su propio pueblo.

En vano trataría de camuflarse bajo la máscara de la neutralidad; no hay tal neutralidad, se trata, quiérase o no, de complicidad”.

Otro pensador cristiano expresó: “La comunidad cristiana afronta hoy una tarea enorme, dar un acento humano y cristiano a la civilización moderna. Acento que esta civilización reclama y casi implora, para el bien de su desarrollo y de su existencia misma”

De todas maneras, no se trata de hacer de cada cristiano un especialista en la participación gubernamental, experto empresarial, deportista, candidato a diputado, alcalde, senador, comerciante, banquero o religioso. Esta exigencia de formación y de acción obliga y se condiciona más o menos según la posición y las posibilidades de cada ser humano.

La vocación propia dentro de la vocación común a todos los hombres, se expresa a través de su situación personal y de los talentos recibidos o adquiridos.

Pero es preciso que cada quien, en el puesto que le toque desempeñar, juegue su rol o su papel propio. Y para el cristiano más ducho o experimentado, siempre será posible realizar una acción ayudando a su prójimo, a sus hermanos, a tomar conciencia de lo que él mismo ha podido descubrir.


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