Contra el olvido Dagoberto Tejeda Ortiz

CONTRA EL OLVIDO: MULEY, INTERNACIONALISTA Por: Dagoberto Tejeda Ortiz

Después del triunfo patriótico de la gesta de la Restauración en contra de un sistema represivo de ocupación por parte de España, a pesar del poderío imperialista de un ejército más numeroso y tecnológicamente más moderno, no pudo doblegar el coraje y las tácticas guerrilleras populares dominicanas, por eso, el 10 de julio del 1865, comenzaron a abandonar las tropas españolas nuestro territorio con destino a España, Cuba y Puerto Rico.   

Por el puerto de Calderas, Baní, se embarcaron parte de las tropas españolas rumbo a Santiago de Cuba. En ese grupo estaba el soldado Máximo Gómez con parte de su familia. Al llegar a tierra cubana, al Ingenio Guanarrubí, El Dátil, en Bayamo se dedicó a la agricultura, era un campesino nato y a la venta de madera. Allí conoció bien a los españoles y las miserias abominables de la esclavitud. Él, que no la había vivido en Santo Domingo, quedó traumatizado y sacudida su alma por esta indomia humana. La dictadura militar española entró en una fase cada vez más represiva y el cubano acrecentó sus niveles de descontento y de rebeldía. 

Al comenzar la noche del 10 de octubre del 1868, en el ingenio azucarero de Damajagua, en el oriente cubano, retumbó un grito que llegó al cielo que proclamaba una y otra vez: ¡Viva cuba libre! Los españoles que lo oyeron no durmieron y a los que los venció el sueño les dio pesadilla, porque no lo querían creer Al frente estaba Carlos Manuel de Céspedes, el cual les dio libertad a sus esclavos y proclamó en un manifiesto de la Junta Revolucionaria el inicio de la guerra pro-independencia cubana en contra de la ocupación militar colonizadora imperialista Española y la abolición de la esclavitud.

Máximo Gómez se integró a este movimiento revoluciona con el grado de sargento y preparó la primera carga del machete, introduciendo esta mortífera arma a la guerra en contra del ejército español, la cual duró en su primera fase diez años y en la guerra final, llegó a ser General en Jefe. En estas acciones militares, diversos patriotas dominicanos, que tenían la experiencia de la guerra de guerrilla, adquirida en su país en la Gesta de la Restauración, dijeron presentes, como miembros del ejército mambí en armas.

Participó destacadamente el patriota banilejo Modesto Díaz Álvarez, héroe en la batalla de Beler, el educador e intelectual santiaguero Manuel de Jesús Peña y Reinoso, secretario de Céspedes y Gómez, el cual alcanzó el grado de General y tres hermanos banilejos, Luís, Francisco y Félix Marcano Álvarez, Panchito Gómez, el vegano Dionisio Gil, Marcos del Rosario, nacido en Guerra y el vegano Julián Lorenzo Despradel Suarez, conocido como Muley. Lo mismo que la presencia en el campo de batalla de Enrique Loynaz del Castillo, el cual fue Secretario en armas del Titán de Acero, hijo de una dominicana, el Comandante cubano Antonio Maceo. Loynaz del Castillo, luego fue el padrino de boda del inmaculado Presidente de Juan Bosch y Doña Carmen.

Julián Lorenzo Despradel Suarez, nació en La Vega en 1872. Cuando estaba pequeño tenía un perrito con el nombre de “Muley”, apodo que le fue indilgado. Realizó sus primeros estudios en Dajabón, graduándose de maestro, el cual ejerció en Guayubin, cerca de la frontera con Haiti. 

Ejerció con entusiasmo el periodismo y era un devorador de libros. Con el tiempo se convirtió en un distinguido intelectual, el cual seguía la trayectoria y las ideas políticas de Martí, Muley, era amigo de Máximo Gómez y de su hijo Panchito, todos de acuerdo con el proceso de liberación y de la Independencia cubana.

Su pasión por la política lo llevó a la campiña cubana y como soldado raso ingresó al ejército mambí de liberación bajo el mando de Gómez, por su destreza, heroicidad y coraje, participando en numerosas acciones militares, fue luego ascendido a Subteniente, a Capitán, a Coronel, terminando como Comandante y como Secretario en el campo de batalla del Generalísimo, genio militar, consagrado como “El Napoleón de la Guerrilla”, de quien aprendió el arte de la guerra a tal punto que fue un sobreviviente, junto con Marcos del Rosario, de esa epopeya liberadora independentista cubana.

El 20 de junio de 1905, fue realizado en La Habana, el sepelio del Generalísimo Máximo Gómez, con todos los honores oficiales, el cual ha sido el entierro más concurrido por todos los sectores sociales en La Habana en el siglo pasado. Entre la multitud estaba presente su “hermano” y fiel amigo Marcos del Rosario y su secretario Muley, ambos acongojados y llenos de tristeza. 

Tanto en Cuba como en Dominicana, Muley ejerció una ardua carrera periodística y literaria de vanguardia en revistas y periódicos, el cual escribía con el seudónimo de Hatuey; en La Habana dirigió el periódico La Opinión y en Dominicana escribió en el periódico El Liberal, el Día, fue redactor de la revista Cuna de América, relator de Las Noticias, El Siglo y director de la revista Renacimiento. Fue un acérrimo y permanente crítico en contra de la primera intervención norteamericana en el país (1916-24)

Escribió un folleto “Desde el Grito de Baire hasta la Intervención de los Estados Unidos”, el cual fue publicado como apéndice del libro de Oreste Ferrara en la Habana, “Mis Relaciones con Máximo Gómez”. Publicó “La Guerra y la Literatura”, “Novela en Hispanoamérica”, “La Falsedad de Nuestro Origen Latinoamericano”. Quedaron inéditos tres libros que debían de ser editados: “Memorias de la Guerra de la Independencia de Cuba”, “Los Dominicanos en la Guerra de Cuba” y “Las Garras del Águila”, con una visión antiimperialista.

El 28 de julio de 1928, fue enterrado Muley en el Cementerio de la Av. Independencia, con una tarja de identificación en los pies de la cruz que dice: “Coronel de la guerra de la Independencia de Cuba”.  

Aunque el Ayuntamiento del Distrito Nación se honró con la designación de una calle con su nombre en Los Prados en la ciudad de Santo Domingo y el Congreso Nacional bautizó (1969) el puente que cruza la autopista Duarte con el río Camú en La Vega, para el protagonismo internacionalista de su epopeya es un gran olvidado en nuestro país que tenemos que reivindicar.














  





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